La peor aflicción

Recuerdo que era una chica solitaria cuando iba a la escuela, recuerdo también que nadie quería hablar conmigo. Cuando se es un muy joven, es difícil comprender porque te rechazan, porque se rien de ti.

Cuando llegué a la adolescencia, comprendí que era diferente, yo no era precisamente una muchacha normal. Tenía esta extraña apariencia que me impedía ser tan guapa como las otras. 

Con el tiempo, se hizo cada vez más difícil mirarme al espejo; yo veía a las personas de mi edad florecer, mientras yo, parecía que me marchitaba poco a poco. 

Le pedía a mamá que me explicará que me pasaba, ¿Porqué yo no podía lucir como las chicas que conocía?, pero ella solo decía que Dios me había hecho así, y que para ella yo era perfecta. 

Ahora, ya sé que padezco una enfermedad en la piel, una que no tiene cura. Afortunadamente, mi família siempre estuvo para apoyarme y para darme amor. 

Yo ya soy una mujer, puedo comprender que es lo que tengo, lo acepto y ya no me hace sentir mal. Pero mi niñez fue trágica, y no por mi padecimiento, sino por las burlas, la discriminación y el aislamento al que tuve que someterme. Yo creo que es muy importante que los padres enseñen a sus hijos a no juzgar ni reírse de nadie, que los eduquen para que podamos formar una sociedad mejor, porque hay muchos otros como yo, que no pudieron mantenerse en pie.

Uno podría pensar que no hay nada peor que una enfermedad como la que padezco, y sin embargo, ahí está, lo peor que le puede pasar a alguien es verse afectado por la falta de educación y tolerancia que prima en este planeta. 

Vanem

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